martes, 7 de abril de 2009

El Perdón


Había pasado un año y tres meses desde la última vez que la ví. Sí, ¡un año y tres meses tras el encuentro fugaz del último día del año 2007! Anoche me la volví a encontrar, pero en la distancia. Nos separaban varias filas de sillas y el Cristo del Perdón que procesionaba con su andar típico que tan sólo los estantes huertanos de aquí le saben dar. No podía haber elegido el destino mejor imagen para alegorizar nuestro encuentro: pasó ante sus ojos lo que le hubiera querido pedir hace mucho tiempo. Espero que ya lo haya hecho y que de su recuerdo se haya borrado aquel final ingrato que nunca le debí dar.

Me vió como yo a ella, pero ella siguió en sus cosas como yo con las mías. El saludo no se produjo, sin saber todavía si fue por su culpa o por la mía. La sensación fue de lo más desagradable, ya que, como he comentando en este blog hecho para mí y mis circustancias, no todos los días tengo la suerte de verla y, claro, estar frenta a ella en la distancia y de soslayo más de media hora llega al punto de la agonía. Estaba radiante, guapísima, como si no hubieran pasado quince años desde aquella tarde que nos fuimos al Teatro Romea y le acaricié por primera vez la mano.

"Beyond the sea", la canción que un día soñé, fue sustituida por la marcha pasionaria "La Saeta", esa adaptación que las bandas de música han hecho de la canción de Serrat y que tan de moda se ha puesto últimamente en nuestras cofradías. Al escucharla no pude más que acordarme de aquel párrafo del pregón de la Semana Santa de Sevilla del 2001, cuando Carlos Herrera le decía a la ciudad del Guadalquivir:

"Creí, al verte, que el nuestro estaba condenado a ser eternamente un amor de perfil, porque no me sentía con fuerzas de aguantarte la mirada, ese dulce tiroteo de tus ojos. Sólo tenía una vergüenza apocada y un viento que me la esparcía por toda el alma. ¡Hubiera querido decirte tantas cosas!..."



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