miércoles, 29 de abril de 2009

Moon River

"En este tiempo, en el que escribir se ha convertido en algo anacrónico y pasado de moda, se hace raro que alguien vestido con la etiqueta de la honradez y la dulzura se pueda dirigir a ti para dedicarte un susurro de existencia, unas letras escritas desde el corazón por el simple hecho de haberte conocido.

Cuando recibes la misiva es normal que te surja la duda de las intenciones de quién ha estado al otro lado del folio y te imaginas que quiere algo más que saludarte. Pero no todo el mundo es igual. Los hay que tan solo se acercan temerosos para ver si ha habido muchos cambios en la vida, para saber si la felicidad que te acompañaba te sigue sonriendo y para decirte que quién te escribe se encuentra en uno de los mejores momentos de su existencia.

Se hace desde el más fino anonimato para no ser reconocido, ya que, quizá, no se entendería el porqué de este acercamiento. Es la cobardía de lo desconocido, algo que a uno siempre le ha ido acompañando, el pánico a que se produzcan malentendidos, el miedo al cambio de todo aquello que has ido forjando para ser feliz por un simple saludo.

Mi fuero interno, por otro lado, está deseando que un halo de luz te ilumine para que desde la distancia esboces una sonrisa cómplice al reconocerme. Seguro que entonces comprenderías bien mis intenciones que no son más que las de hacerte ver que en el mundo hay quien te recuerda con cariño. El escribir es como un grito a los cuatro vientos, aunque el silencio sea lo único que se escapa de tu boca. Por eso, si me reconocieras, no digas nada y guárdatelo para ti. El regalo de un guiño escrito sería mi auténtico consuelo."

viernes, 17 de abril de 2009

Something stupid

Con la alegoría de la "Juventud" terminé la carta para no pronunciar su nombre. Se la escribí al amigo, a ese que conoce mejor que tú todas tus aflicciones.

La clandestinidad me sumía en una desconfianza continua y me proporcionaba un miedo atroz a ser descubierto. Me tenía atenazado. Quería gritarlo y enseñárselo, además de a mi confidente, a todo aquel que tuviera la capacidad justa para comprender que todavía no había perdido el norte.

Para mí era un juego interior, un escribir por escribir que no afectaba de ninguna manera a mi estabilidad emocional. Era una satisfacción personal, algo propio para consumo interno, aunque supiera que llegaría el momento que no sería capaz de guardarlo eternamente.

Vacilaba entre una cosa y otra cuando me acordé de otro escrito. Uno que realicé en otro momento posterior de efervescencia. Este se quedó en el tintero del correo electrónico y nunca le fue lanzado. Tanto silencio por su parte multiplicaba mi creatividad y me daba juego para seguir escribiendo tonterías. Comenzaba así:

"En este tiempo, en el que escribir se ha convertido en algo anacrónico y pasado de moda, se hace raro que alguien vestido con la etiqueta de la honradez y la dulzura se pueda dirigir a ti para dedicarte un susurro de existencia, unas letras escritas desde el corazón por el simple hecho de haberte conocido..."


martes, 7 de abril de 2009

El Perdón


Había pasado un año y tres meses desde la última vez que la ví. Sí, ¡un año y tres meses tras el encuentro fugaz del último día del año 2007! Anoche me la volví a encontrar, pero en la distancia. Nos separaban varias filas de sillas y el Cristo del Perdón que procesionaba con su andar típico que tan sólo los estantes huertanos de aquí le saben dar. No podía haber elegido el destino mejor imagen para alegorizar nuestro encuentro: pasó ante sus ojos lo que le hubiera querido pedir hace mucho tiempo. Espero que ya lo haya hecho y que de su recuerdo se haya borrado aquel final ingrato que nunca le debí dar.

Me vió como yo a ella, pero ella siguió en sus cosas como yo con las mías. El saludo no se produjo, sin saber todavía si fue por su culpa o por la mía. La sensación fue de lo más desagradable, ya que, como he comentando en este blog hecho para mí y mis circustancias, no todos los días tengo la suerte de verla y, claro, estar frenta a ella en la distancia y de soslayo más de media hora llega al punto de la agonía. Estaba radiante, guapísima, como si no hubieran pasado quince años desde aquella tarde que nos fuimos al Teatro Romea y le acaricié por primera vez la mano.

"Beyond the sea", la canción que un día soñé, fue sustituida por la marcha pasionaria "La Saeta", esa adaptación que las bandas de música han hecho de la canción de Serrat y que tan de moda se ha puesto últimamente en nuestras cofradías. Al escucharla no pude más que acordarme de aquel párrafo del pregón de la Semana Santa de Sevilla del 2001, cuando Carlos Herrera le decía a la ciudad del Guadalquivir:

"Creí, al verte, que el nuestro estaba condenado a ser eternamente un amor de perfil, porque no me sentía con fuerzas de aguantarte la mirada, ese dulce tiroteo de tus ojos. Sólo tenía una vergüenza apocada y un viento que me la esparcía por toda el alma. ¡Hubiera querido decirte tantas cosas!..."