El recuerdo, a unos pocos días tan sólo de la aparición, lo guardo en blanco y negro. Más bien en el típico color sepia de los retratos que han sido difuminados por el corretear de los años. Sé que ha pasado a formar parte del relicario de mis imágenes perdidas. Por eso, no tendré más remedio que ponerle una leyenda impresa con su nombre propio tras mi encuentro fugaz en esa tarde fría de invierno. Allá, en la parte de abajo:
Se llamaba "Juventud" y un día viví con ella....
Se llamaba "Juventud" y un día viví con ella....