"El otro día te vi en sueños. Te ví contenta y con la vida resuelta. No sabes como me alegré al reconocerte y de que la fortuna te acompañara como lo hace conmigo.
No se por qué hay veces en los que el miedo se apodera de mi futuro y mezcla el presente con el pasado y el pasado con el futuro. Los sueños, que son así de traicioneros. Te ví sonreír y se me iluminó la cara que yacía en la almohada con los ojos cerrados. El despertar no fue diferente, y, radiante ante nuestro encuentro en la distancia de lo onírico, me dispuse a darme una ducha bien fría. Me senté en la terraza solitaria mientras amanecía. La luna llena se resistía a perder la batalla frente al sol anaranjado de las mañanas estivales. Pensé en el sueño mientras saboreaba el primer cigarrillo de la mañana y esbocé una media sonrisa espontánea que delataba mi felicidad al haberte intuido: con una imagen tuya se difuminaron todos mis miedos a no poder conseguirlo. Te ví feliz y no te imaginas lo que me alegré por ello.
Y tras unos segundos con la mirada perdida que se hicieron eternos, una lágrima perdida empezó a correr por mi mejilla. Quizá fuera por el humo del tabaco, o por esos restos de jabón que siempre se resisten en los ojos. No entendía por qué se incrementaba el ritmo de mis latidos. Entonces me acordé que en el sueño no me saludastes como esas ilusiones etéreas, que de vez en cuando me acompañan, me habían hecho creer que lo harías durante todo este tiempo. Simplemente ni me mirastes porque sonreías en otra dirección. No pudiste verme y mi saludo no alcanzaba a salir de mi boca: sí, como en esos sueños en los que gritas y el sonido que se te escapa tan solo llega a producir silencio... Ya no sabría si me habías perdonado y si guardabas con ternura los recuerdos del pasado."
-"Son estas cosas, me dije, las que hacen que cada día me acuerde más de ella... Si tan solo fuera capaz de susurrarme al oído que de vez en cuando también se acuerda de mí y que lo hace con cariño... Con eso bastaría y podría dormir tranquilo."
No se por qué hay veces en los que el miedo se apodera de mi futuro y mezcla el presente con el pasado y el pasado con el futuro. Los sueños, que son así de traicioneros. Te ví sonreír y se me iluminó la cara que yacía en la almohada con los ojos cerrados. El despertar no fue diferente, y, radiante ante nuestro encuentro en la distancia de lo onírico, me dispuse a darme una ducha bien fría. Me senté en la terraza solitaria mientras amanecía. La luna llena se resistía a perder la batalla frente al sol anaranjado de las mañanas estivales. Pensé en el sueño mientras saboreaba el primer cigarrillo de la mañana y esbocé una media sonrisa espontánea que delataba mi felicidad al haberte intuido: con una imagen tuya se difuminaron todos mis miedos a no poder conseguirlo. Te ví feliz y no te imaginas lo que me alegré por ello.
Y tras unos segundos con la mirada perdida que se hicieron eternos, una lágrima perdida empezó a correr por mi mejilla. Quizá fuera por el humo del tabaco, o por esos restos de jabón que siempre se resisten en los ojos. No entendía por qué se incrementaba el ritmo de mis latidos. Entonces me acordé que en el sueño no me saludastes como esas ilusiones etéreas, que de vez en cuando me acompañan, me habían hecho creer que lo harías durante todo este tiempo. Simplemente ni me mirastes porque sonreías en otra dirección. No pudiste verme y mi saludo no alcanzaba a salir de mi boca: sí, como en esos sueños en los que gritas y el sonido que se te escapa tan solo llega a producir silencio... Ya no sabría si me habías perdonado y si guardabas con ternura los recuerdos del pasado."
-"Son estas cosas, me dije, las que hacen que cada día me acuerde más de ella... Si tan solo fuera capaz de susurrarme al oído que de vez en cuando también se acuerda de mí y que lo hace con cariño... Con eso bastaría y podría dormir tranquilo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario