Seis años han pasado desde que nos encontramos en la última tarde del año. Seis años en los que no nos habíamos cruzado ni siquiera una palabra. Al menos desde marzo de este año que se acaba, nos hemos estado "viendo" en las redes sociales, sin decirnos nada, eso sí, pero al menos sabiendo el uno del otro.
Ayer quiso el destino que nos volviéramos a encontrar. Fue en el Malecón, con mi colegio a mis espaldas como testigo, pues iba a una asamblea anual de antiguos alumnos. Esta vez fue ella la que me vio. Yo iba andando pensando en mis cosas cuando al pasar por debajo de la autovía se apareció un grupo de tres persona con bicis de paseo. Yo seguí con la mirada perdida, pero de repente escuché un "hola" sonriente de una de ellas. Levanté la cabeza y vi una chica guapísima que se dirigía hacia mí. Al principio no la reconocí. Sus gafas de sol no me dejaron hacerlo. Se las levantó y me quedé paralizado... ¡Era ella! Contentísimos nos acercamos y nos saludamos. Sus compañeros se quedaron al margen. Alegres pero con cierta timidez nos preguntamos otra vez por nuestras vidas, aunque ahora gracias a Facebook e Instagram supiéramos bastantes cosas más el uno del otro. Me comentó que tenía poco tiempo para entrar a esas redes sociales por sus tres hijos y yo le comenté que también guerreaba con los míos. La vi entre feliz y triste. Le cogí del brazo y le apreté suavemente, con cariño, como intentando decirle todo pero sin decirlo. Fue un instante, pero al final con un guiño, un "nos vemos" y una sonrisa de felicidad sincera nos volvimos a despedir.
Por la noche colgué una foto del colegio en Instagram con una leyenda que decía: "... Y encuentros casuales que te alegran el día, el año, la vida...". Ya de madrugada, me encontré con un "me gusta" suyo en la foto.
Ayer quiso el destino que nos volviéramos a encontrar. Fue en el Malecón, con mi colegio a mis espaldas como testigo, pues iba a una asamblea anual de antiguos alumnos. Esta vez fue ella la que me vio. Yo iba andando pensando en mis cosas cuando al pasar por debajo de la autovía se apareció un grupo de tres persona con bicis de paseo. Yo seguí con la mirada perdida, pero de repente escuché un "hola" sonriente de una de ellas. Levanté la cabeza y vi una chica guapísima que se dirigía hacia mí. Al principio no la reconocí. Sus gafas de sol no me dejaron hacerlo. Se las levantó y me quedé paralizado... ¡Era ella! Contentísimos nos acercamos y nos saludamos. Sus compañeros se quedaron al margen. Alegres pero con cierta timidez nos preguntamos otra vez por nuestras vidas, aunque ahora gracias a Facebook e Instagram supiéramos bastantes cosas más el uno del otro. Me comentó que tenía poco tiempo para entrar a esas redes sociales por sus tres hijos y yo le comenté que también guerreaba con los míos. La vi entre feliz y triste. Le cogí del brazo y le apreté suavemente, con cariño, como intentando decirle todo pero sin decirlo. Fue un instante, pero al final con un guiño, un "nos vemos" y una sonrisa de felicidad sincera nos volvimos a despedir.
Por la noche colgué una foto del colegio en Instagram con una leyenda que decía: "... Y encuentros casuales que te alegran el día, el año, la vida...". Ya de madrugada, me encontré con un "me gusta" suyo en la foto.
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