He dejado que pasaran más de dos semanas para poder asimilarlo. Me pilló por sorpresa, pues había dejado de confiar en que alguna vez leyera aquello que un día le escribí públicamente.
Hacía tiempo que en mi blog (el otro) publiqué una serie de entradas sobre una de mis pasiones. En una de ellas no pude evitar mencionarla ya que hice alusión a su abuelo, profesional durante toda su vida de esa pasión. Dejé una etiqueta con su nombre por si alguien alguna vez buscaba información sobre él en Google. No me importaba que ella llegara a leerlo, porque escribí lo que sentía y además estaba seguro de que no hería a nadie por hacerlo.
Y llegó la noche del Domingo de Ramos.
Descansaba en mi sillón tras un fin de semana agotador cuando recibí un aviso de un nuevo mensaje en Messenger. Era de ella.
Me escribía porque su madre lo había encontrado, lo había leído y se lo había mandado. Sorprendida me daba las gracias y aunque le apenaba que hubieran pasado 20 años para leerlas (casi 25 le corregí yo después), le había parecido muy bonito.
Mi ritmo cardíaco se aceleró sin poder controlarlo.
Quizá ya había llegado la hora de aprobar esa asignatura pendiente, de recibir ese guiño escrito que algún día soñé.
Me tomé unos minutos para poder contestar. Le dije que me gustaba escribir, que sentía que hubiera sido su madre la que se lo descubriera y que seguía pensando lo mismo: que fue para mí un privilegio que nuestras vidas se cruzaran, aunque luego siguiéramos caminos diferentes. Con un abrazo y un beso muy fuerte me despedí. Al día siguiente me volvió a contestar y me animó a que siguiera escribiendo porque lo hacía muy bien, y que sí, que todo muy bien, que eramos muy jóvenes, pero lo que recordaba, "jajaja", que un poco sí que pasaba de ella y que un abrazo. En fin.
Lo dejé estar. Me hubiera gustado seguir aclarándole cosas, de decirle todo lo que sentía, de escribirle de lo que me acordaba de ella... Tuve hasta la seria tentación de enviarle un enlace a este blog, pero pude controlarme. Me hubiera gustado seguir, pero no quise seguir. No quise seguir por miedo a destrozarme, por miedo a que el statu quo de todo lo que quería y de mi mundo saltara por los aires; no quise seguir por miedo a un desprecio por su parte, por miedo a encontrarme con lo desconocido, por miedo al miedo...