Pues sí. Aunque parezca increíble, en el último día del año la volví a ver.
Caminaba deprisa junto a otras dos amigas hacia algún bar o alguna casa en la que las estarían esperando. Era ya la hora de comer y daba la sensación de que llegaban tarde. Ya iban elegantísimas con los abrigos y vestidos propios de la Nochevieja. Estaba claro que por la tarde no volvían a casa. Pasaron por la acera de enfrente como una exhalación, con paso firme y decidido, como sacadas de Sexo en Nueva York, pero en Murcia; no era la 5th Avenida, sino la calle Riquelme, que también vale. Por eso las pude ver sin dificultad, aunque ellas no llegaran a verme. Yo salía de un estanco y me quedé mirando la escena mientras abría la cajetilla de tabaco. En un primer momento no quise ir detrás de ellas, pero luego me dije que era fin de año y que la ocasión merecía la pena. Qué demonios.
Tras perseguirlas unos metros y adelantar a varios grupos de personas que se dirigían hacia la Plaza de las Flores, llegué a su altura y dije un "Paloma" que casi no salió de mi boca. Me miró y me saludó correctamente. Sin más. No nos dimos la mano de milagro. Diez segundos apenas, en los que no nos dijimos nada interesante. Un correcto cómo te va, un feliz año y un me alegro mucho de verte. Un saludo incoloro, inodoro e insípido, como lo que sentí.
¿Sentiría ella lo mismo cuando nos vimos por última vez? ¿Sentiría que fui yo en aquella ocasión frío y distante? Quizá en esta ocasión fueron las prisas y el saludarnos prácticamente mientras caminábamos entre la gente. No lo sé. Lo que está claro es lo difícil que resulta que dos personas acierten lo que la otra siente y lo que se le pasa por la cabeza cuando su única relación se circunscribe a la última actualización de su Facebook.
Y hablando de Facebook no quiero dejar de comentar la alegría que me produjo encontrarme a una querida y antigua compañera de clase. Hacía mucho tiempo que no la veía y que no hablaba con ella. Gracias a esta red social pudimos al menos escribirnos algunas palabras e incluso mandarnos fotos de aquellos maravillosos años. Encantadora y simpática como siempre me comentó que tuvo que ser Paloma la que me reconociera ya que ella no lo consiguió. Sí, ahora gracias a los niños, que al parecer van al mismo colegio, son amigas y se ven con bastante asiduidad. En una de las conversaciones le dije que no sabía lo que le había contado Paloma de mí; lo que yo sí le podía contar es que juntos pasamos unos meses maravillosos, que pese a los años transcurridos me acordaba mucho de ella, que cada vez que veía una foto suya me alegraba saber que estaba bien y que comprendiera que al primer amor se le tiene un cariño especial que nunca se olvida.